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G P W E B

Publicado: Octubre 2011

Resumen de la historia de la estancia "El Talar" de General Pacheco

Eran solitarias tierras repletas de talas y ombúes habitadas por las tribus indígenas de Guaraníes y Carupás, que cuando Juan de Garay fundó por segunda vez Buenos Aires repartió en chacras; luego fueron pasando a mano de grandes terratenientes de la época colonial.

Según la tradición oral, en 1607 ya existía un fortín en esta cuenca del Río de las Conchas. Como la comunicación a caballo a través de bañados y tolderías era muy difícil, la vía fluvial resultaba la más rápida y segura.

Un vecino, fundador y gran empresario, Diego Ruiz Ocaña, construyó a fines del siglo XVI, el primer molino accionado por agua sobre el Río de las Conchas (hoy río Reconquista), cerca de la actual estación Bancalari y sus restos perduraron hasta el siglo XX.

La familia portuguesa de los López Camelo, oriundos de Oporto, fueron los que compraron estas tierras, que llegaban hasta Luján, a los descendientes de los beneficiados por Garay. Fue una familia muy rica y poderosa; entre los descendientes de López Camelo y de su tercera esposa, una Barragán Saavedra, hubo alcaldes, alféreces y prelados.

Cuando vino la trágica división entre unitarios y federales, los López Camelo, fervientes unitarios, fueron perseguidos por los federales, perdieron parte de sus bienes y otros fueron vendidos, algunos de ellos al General Ángel Pacheco. Dentro de estos bienes, se encontraba la estancia El Talar, cuya primera compra por parte de Pacheco se realizó en el año 1822 y con los años llegó a tener una extensión de aproximadamente 6000 hectáreas. Los límites de esta estancia lo conformaban los actuales Rincón de Milberg, Don Torcuato, Polvorines, Garín, Escobar, el río Luján, algunas islas del Delta y el río Reconquista. El actual Casco Histórico, hoy remodelado, data de aproximadamente 1835.


Dimensiones aproximadas de la estancia del General Angel Pacheco
Diseño: Ing. Jorge Manteola / General Pacheco Web

Conviene aclarar que las tierras que Rosas le otorgó al General Pacheco por sus méritos en la Campaña del Desierto y por sus luchas contra Lavalle, fueron 7000 hectáreas en Salto (Provincia de Buenos Aires) que luego conformaron la estancia “La Paloma”, y no las tierras de El Talar.

En 1842, Ángel Pacheco mejora el antiguo y pequeño casco, transformándolo en una estancia-fortín, con un mirador y unas galerías sostenidas por gruesas columnas; fue una típica morada sin lujos del siglo XIX, jinetes con mensajes y mercaderías, rodeado de sauces y achiras, el alboroto de los perros y de vez en cuando un poco de guitarra en el fogón de los peones.

Casa del General Angel Pacheco

Casa del General Angel Pacheco -
Monumento Histórico Nacional

En 1853 al General Pacheco, que estaba en Europa, se le ocurrió la idea, de común acuerdo con los comerciantes de San Fernando, de construir un puente sobre el río de las Conchas, obra que fue ejecutada totalmente en madera y terminada en 1854, recibiendo el nombre de “Puente Ángel Pacheco”. Estaba ubicado en el cruce del río y la llamada ruta Carupá Vieja; se cobraba peaje y junto a él estaban el puesto de cobro y una posta.

Al morir el General Pacheco en 1869, se hace la sucesión y se nombra albacea a su esposa Dolores Reynoso. Su hijo mayor José Felipe Pacheco Reynoso, recibe en herencia el casco y parte de las tierras de la estancia “El Talar”; otra parte de estas tierras se reparten entre algunos de sus otros hijos; su hijo Román hereda la fracción que hoy ocupa la ciudad de General Pacheco. Su hija María Elvira, casada con Torcuato de Alvear, recibe en herencia la parte de las tierras que hoy conforman la localidad de Don Torcuato, y por su parte su hija Agueda que se había casado con José G. Berdier, hereda otra de las partes de la estancia; el matrimonio Berdier tiene cuatro hijos: Ángel, Hortensia, Corina y María Luisa, que no tuvieron descendientes por lo cual la parte que les pertenecía por herencia pasó al biznieto del General, José Carlos Pacheco Alvear.

El 22 de abril de 1876, se inaugura el servicio ferroviario que conectaría Buenos Aires con el puerto de Campana, cuyo tendido pasaba al pie de la Estancia El Talar. Si bien el tren no se detuvo, algunos consideran ese día como fecha de fundación de la Ciudad de General Pacheco. Poco tiempo después las autoridades de ferrocarriles establecen una estación en reconocimiento a la existencia de una comunidad o población.

Alrededor de 1890, se realizaron en la estancia las primeras maniobras militares organizadas en nuestro país, estando el cuartel general ubicado en la zona de la actual pérgola (dentro del country “El Talar de Pacheco”)

En 1902, vino a la Argentina el Presidente de Brasil Ferraz de Campos Salles, conmemorando la independencia de su país y fue invitado a la estancia “El Talar” con una selecta comitiva.

Visita del Presidente Brasileño Ferraz de Campos Salles

Llegada de los invitados en un tren especial despachados desde Retiro

Llegada de los invitados en un tren especial despachados desde Retiro

Invitados posando en el puente colgante de la estancia

Invitados posando en el puente colgante de la estancia

Antes de seguir comentando la historia de la estancia “El Talar” retrocederemos, para continuar en el orden cronológico el relato de la familia Pacheco. Volviendo al hijo del General: José Felipe Pacheco Reynoso se casó con Agustina de Anchorena (hija de Tomás de Anchorena) también perteneciente a una gran familia federal. En 1882 cuando el país ya había tomado su forma, José Felipe y Agustina lo celebraron construyendo un castillo totalmente traído de Francia y una iglesia gótica, que se bendijo en 1886 bajo la advocación de la Concepción de María; posteriormente se agregaron cocheras y en 1908 construyeron las lujosas caballerizas y otros edificios que conformaron un casco de estancia modelo y famoso. Este casco de “El Talar” fue muy frecuentado por la aristocracia y dio trabajo a muchas familias cuyos descendientes hoy viven en su mayoría en esta ciudad de General Pacheco. José Felipe solo gozó de su castillo renacentista francés durante 12 años, pues falleció en 1894.

Castillo de General Pacheco

El Castillo

Iglesia de General Pacheco

Iglesia

Su hijo José Agustín Pacheco Anchorena, nieto del General, que en su juventud también siguió la carrera militar, se casó en 1912 con María Elvira Alvear, su sobrina segunda, hija de Carlos Torcuato de Alvear, hermano de Marcelo Torcuato de Alvear.

José Agustín, fue el gran artífice de la estancia “El Talar”; hizo construir un canal de 20 cuadras, que le permitió salir navegando de su embarcadero frente al castillo y llegar por el río de las Conchas (hoy Reconquista) hasta San Fernando, o remontando el río Luján hasta el “Tigre Hotel”, centro de esparcimiento y casino de la época. Además en ese canal hizo construir una esclusa para regular las aguas y distribuir el riego y colocó en él una usina que alimentó de electricidad al Castillo y trajo de Francia un “puente de fierro”, luego llamado “El Taurita”, dado que el viejo puente Pacheco estaba en pésimas condiciones, en el que también cobro peaje; los vecinos pagaban 10 centavos para cruzar el Río de las Conchas.

Construcción del lago artificial

Embarcadero y lago artificial

José Agustín fue un avezado artista; para desarrollar su arte hizo construir un atelier (El Castillito), que estaba comunicado al Castillo por un túnel; allí acompañado por otros artistas de la época, se dedicó a la escultura y llegó a presentarse en el Salón Nacional. Hoy todavía podemos admirar algunas de sus obras, como “El niño esquilador”, antes llamado “La esquila” (cuya réplica se encuentra en la calle Vélez Sársfield y Estanislao del Campo). Otro de sus amores fue su colección de carruajes y sus “veloces” automóviles, que sobre el tramo de San Fernando a la estancia, ensayaban arriesgadas y polvorientas jornadas; la primera competencia de Turismo de Carretera, entre Retiro y Chile, pasó por la estancia y la ganó uno de los Alvear. En el garage contiguo a las caballerizas, se guardaban en impecable estado, varios coches de las mejores marcas, que eran admirados por todos los amantes de la moderna mecánica automotriz de la época.

Atelier de Jose Agustin Pacheco Anchorena

"El Castillito" - Atelier de José Agustin Pacheco Anchorena

 

Pero José Agustín, no fue feliz en su corto y fracasado matrimonio; cuando su hijo José Carlos Pacheco Alvear, tenia unos pocos años, fue abandonado por María Elvira y huérfano de madre fue criado por sus tías segundas Hortensia y Corina Berdier y por supuesto por su muy amado padre.

José Agustín Pacheco Anchorena, sólo vivió cuarenta y dos años (1879-1921), pero lo hizo tan intensamente y con tanta vitalidad que como vimos se permitió hacer increíbles mejoras en sus propiedades, ser un excelente escultor, participar en la creación de instituciones como el Automóvil Club Argentino, la Sociedad Rural y el Jockey Club, ser un gran esgrimista y deportista, un asiduo concurrente al Teatro Colón y a todo espectáculo de arte, viajar con frecuencia y participar en todo acontecimiento social y cultural de la época.

Según los asombrados comentarios de sus contemporáneos, en esos tiempos “El Castillo” ofrecía el siguiente aspecto: ascendiendo por el parque francés diseñado por monsieur Carlos Thays, la mirada se elevaba para abarcar los tres gallardos pisos renacentistas, rematados por torres en empinadas mansardas, en cuyas estrechas ventanas parecía que hubiesen de asomarse beldades medievales; la entrada para los visitantes era a través de un hall decorado como sala de armas, con sus armaduras y fondos de terciopelo (ver foto) ; en la sala de recibo se apreciaban importantes cuadros de afamados artistas, como Rendir; a continuación otra sala donde estaban los retratos familiares pintados por el famoso retratista Federico Madrazo y Kuntz (ver foto); el comedor era de estilo Enrique II (ver foto), el brillo de la platería y la abundante servidumbre daban claridad al conjunto dignificado por un gobelino del siglo XVI, que representaba a Alejandro Magno en Grecia; en la sala morisca (que merece un párrafo aparte) estaba la mesa de billar (ver foto) y un salón fumoir, donde los señores se apartaban para saborear sus enormes habanos; una espléndida biblioteca acompañada al gabinete de trabajo; y para descanso de sus largas digestiones, los señores en verano podían refrescarse en la sala pompeyana del subsuelo, refrigerada con agua que caía sobre una gruta en la que se encontraba una escultura de un indio guaraní, realizada por José Agustín (ver foto), contigua a la sala de esgrima.

En los pisos superiores se encontraban los dormitorios, cuartos de vestir y salas de familia; quienes se animaban a subir hasta las mansardas, podían observar desde esa altura el grandioso parque con sus juegos de agua, su puente colgante y la hermosa fuente con sus ninfas.

Piscina de la estancia El Talar

Frente al castillo había una gran pileta de natación con columnas griegas, cerrada a la vista de los curiosos y donde damas y caballeros se bañaban por separado; delante de esta pileta estaban los cambiadores, con un estilo arquitectónico similar al jardín de invierno y detrás de la pileta una impecable cancha de tenis de polvo de ladrillo que completaba el conjunto deportivo. En el magnífico jardín de invierno, hermoso pabellón, entre victoriano y chinesco (actual pérgola) se gozaban los soleados días de frío, almorzando, tomando el té o simplemente disfrutando la calidez del lugar con un buen libro o con una charla entre amigos

Anfiteatro de la estancia El Talar

El exquisito parque se completaba con un gran anfiteatro al aire libre, tallado dentro de la naturaleza con palcos organizados con plantas, sobre cuyo escenario bailó nada menos que Ana Pavlova y actuó en pleno la Comedia Francesa.

En esos años 1920, los pobladores en su mayoría vascos e italianos gozaban de tal seguridad, que la única autoridad era el tambero Echeverría, que recorría la zona a caballo, con un acha rastra al cinto, rebenque con cabo de plata, chambergo negro, un gran pañuelo al cuello y su facón, orgulloso de su cargo de “alcalde”.

Todo era espléndido: caballos, carruajes, arneses, altares y juegos, que se lucían en las grandes fiestas que en las décadas del 20 y del 30, recibieron a ilustres y numerosos invitados, que llegaban a la estancia en trenes especialmente despachados.

En 1926 comenzaron los loteos para fundar los urbanos pueblos de Pacheco y El Talar, que con la pujante presión demográfica porteña pasaron en pocas décadas a formar parte del Gran Buenos Aires.

En 1927, se inicia la misión educativa, con la inauguración de la Escuela Rural con el Nº15, el 26 de Julio inicia sus actividades con 29 alumnos, siendo su directora la señora Manuela Rocca de Serantes.
(ver historia de las escuelas)

También en 1927 se instala una estación radioeléctrica, que con el nombre de “Radio Pacheco” en 1936 permitió la comunicación con todo el país y con el mundo.

En 1930, las características del suelo, permitieron la instalación de una estación aérea, con el nombre de Aeroposta, que luego junto con Air France, llegaron a conformar la actual Aerolíneas Argentinas; un tranvía a caballo cubría la distancia entre el campo de aviación y la barrera de El Talar, donde estaba la parada Km. 35 del ferrocarril, para que los pasajeros y el personal pudieron proseguir su viaje en tren.
(ver historia de la aeroposta )

En 1937, se habilita la primer oficina postal de “Correos y Telégrafos”; hasta ese momento la correspondencia viajaba por ferrocarril.

El hijo de José Agustín y biznieto del General, José Carlos Pacheco Alvear, de profesión abogado, se casa en 1932 con Petrona Pirovano (Kiki) y en 1933 tienen un hijo al que llamaron José Aquiles.

José Carlos continúa con la explotación del establecimiento El Talar, pero lo hace dando fracciones de campo en arrendamiento; el “Casco” se mantiene en orden, pero la pujanza y el lujo merman notablemente; comienza poco a poco la decadencia de la estancia y los continuos loteos disminuyen su superficie.

Jose Aquiles Pacheco Pirovano
Jose Aquiles Pacheco Pirovano navegando por el delta en su barco
"El Bambú - Aprox año 1977.

José Carlos Pacheco Alvear tampoco tiene un matrimonio muy feliz; antes de los veinte años de casado tiene una nueva pareja, Hilda Ritter de Menéndez Behety, quien toma un papel preponderante en las decisiones del casco de “El Talar” de Pacheco. José Carlos (Pepe), fallece en 1976. Su hijo José Aquiles Pacheco Pirovano (Pepito), hereda las propiedades de su padre; pero había nacido sin suerte, siendo niño una epidemia de polio paralizó parte de sus miembros y nunca logró sobrellevar su enfermedad; tuvo dos matrimonios: el primero con Marta Mucheo y el segundo por Méjico con Sara Berkier (Patricia), pero ambos fracasaron. Finalmente, por su enfermedad no asumida, sus amores desafortunados, sus profundas depresiones y mal aconsejado, llega a un trágico final: su suicidio, el 24 de noviembre de 1981.

Así se llega a la conclusión, que si bien hay quienes se realizan levantando castillos, bregando por el progreso o logrando hazañas, otros hallan un amargo placer en no poder gozar de la vida y en destruirse a si mismos, como si se sintieran condenados a purgar el exceso de opulencia.

José Aquiles, dejó como herederos testamentarios a su segunda esposa Patricia Berkier y a sus amigos José Eugenio Peralta Martinez y José Juan Manny Lalor (su primera esposa Marta Mucheo renunció a sus derechos hereditarios). Es así como el célebre casco de la estancia salió de las manos de la familia Pacheco. Sus famosas colecciones de arte, de armas y de carruajes fueron subastadas. Finalmente la propiedad fue vendida a una sociedad de la familia Ganzábal, que tuvo la visión de imaginarse un hermoso country club; el casco palaciego quedó intacto y con la colaboración de uno de los descendientes del primer urbanizador Carlos Thays, reciclaron el magnífico parque y su lago.

Toda la historia está en el subsuelo de lo que fue la estancia El Talar; donde duermen los vestigios de la larga disputa con el indio; al hacer excavaciones para nuevos edificios, aparecen de pronto flechas, fragmentos de arcabuces, trozos de cerámica, quizás del tiempo en que Juan de Garay repartió estas tierras, o de que Ruiz de Ocaña se atrevió a desviar el agua del río para hacer girar la rueda de un molino y los vecinos de Buenos Aires hacían un largo viaje por el Río de las Conchas para reunirse alegremente en sus primeras estancias, servidas por guaraníes que habían bajado del Paraguay con sus canoas y sobre los camalotes que poco a poco fueron formando nuevas islas y sobre los cuales también llegó algún tigre para darle su nombre al antiquísimo Partido.

Castillo de General Pacheco

El Castillo en la actualidad - Foto: Octubre 2017

Fuente:
• Recopilación realizada por el Ing. Jorge Manteola (Julio 2002)