Publicación original: 30 de Diciembre 1992, Diario Fomento
Publicación web: 18 de Enero 2025

Evocación de una época

Por Rosario García de Ferraggi*

Los hechos, las aspiraciones y los aconteceres de la vida diaria van preparando, desarrollando y creando, en la sucesión de los mismos, lo que ha dado en llamarse “una época”.

Esta es la evocación de una época en Gral. Pacheco y es también la evocación de una vida: la de la Sra. Erundina Buffarul. Ella es parte de la historia de nuestro pueblo, ya que está radicada aquí desde principio de siglo.

Erundina aceptó gentilmente recibirme en una tarde casi invernal del mes de Septiembre del año 1989, actitud que agradezco humildemente, y estos son sus recuerdos.

Alrededor del año 1905 arriba a Buenos Aires la familia compuesta por Ramón Buffarul y María Dalmau, catalanes, con sus hijos: Erundina y Juan.

Se instalan en Capital Federal y durante algún tiempo Don Ramón se ocupa de diversos trabajos, aunque su verdadero oficio era panadero.


Foto: Ramón Buffarul.
Archivo Rosario García de Ferraggi

Pasados uno años, la joven Erundina se emplea como telefonista en el Castillo de los Pacheco. Estaba encargada de atender los seis teléfonos existentes en el mismo; le daban alojamiento semanal y los fines de semana volvía con su familia.

Esta situación fue por corto tiempo, ya que sus padres deciden radicarse aquí. Arrienda entonces Don Ramón toda la manzana sobre la calle Corrientes, Ruta 197 y Diagonal Paz, e instala allí un negocio de almacén y ramos generales, que fue, por esa época el único en la zona.

Antes había sido el almacén de Don Vicente Larroca. La familia Larroca, padres de Miguel (quien fuera luego su esposo), explotaban un criadero de cerdos en el predio que hoy ocupa la planta de Radioemisora. Allí vivía la familia y allí había nacido Miguel.

El almacén contaba con despacho de bebidas y comidas. También instala Don Ramón, frente a su negocio – sobre ruta 197- el primer surtidor de combustible a manija.

Esta esquina, frente a la calle José Hernández, era la entrada a la estancia. Prestaba sus servicios en el establecimiento una precaria peluquería para hombres.

De Garín y Polvorines llegaban a Pacheco grandes carretas tiradas por bueyes con su carga, generalmente fardos de pasto; hacían su parada en el almacén, los carreros solían hacer una partida de naipes, si encontraban algún parroquiano dispuesto; pasaban luego la noche allí y por la mañana, muy temprano, seguían camino rumbo a canal San Fernando, bajando muy lentamente la pronunciada barranca hacia la barrera, barranca que por ese entonces estaba bordeada de altos matorrales y grandes ombúes.

El negocio abastecía de algunas provisiones al castillo de los Pacheco, quienes tenían por aquella época (década del 20) 18 personas a su servicio, dos mayordomos de campo de nombres José Arripe y José Porta y un mayordomo de castillo de apellido Botano.

Poseían una usina para proveerse de agua y luz y todas las instalaciones para el funcionamiento de la misma eran atendidas por Don Pío Cipitelli.

También tenían su propio embarcadero y con sus lanchas podían llegar navegando hasta el río Reconquista, y de allí al Luján, a través de un zanjón cavado al efecto desde el castillo hasta el río.


Foto: Embarcadero y lago artificial.
Archivo Fotográfico de General Pacheco. AFGP_00000312. Autor Desconocido. Colección Jorge Manteola. circa 1915.

Por los alrededores, los vecinos – arrendatarios todos de la familia Pacheco – se dedicaban casi exclusivamente a la explotación de tambos y quintas, también a la siembra de pasturas para forraje de animales.

No había otros negocios…. Los pobladores de la zona cubrían sus principales necesidades en San Fernando, o bien comprando al conocido personaje llamado el “turco Abraham”, quien venia regularmente en su carrito, ofreciendo a los vecinos toda clase de mercancías: ropas, telas y otros enseres y, al que también podían comprar “fiado”.

Doscientos metros detrás del almacén de Don Ramón estaba el tambo de Carlos Durruti.

Cada ocho días llegaba al pueblo, conduciendo su “jardinera”, desde la vecina localidad de Garín, un panadero de apellido Saint-Esteven, desde San Fernando, solía llegar otro.

Se atravesaba el rio Reconquista por el puente donde debía abonarse el peaje por cuenta de la familia Pacheco. Este menester lo cumplía Don Juan Baldo, quien habitaba la casa sobre el margen izquierdo del rio. El “puente de fierro”, como se lo llamaba, ya a fines del siglo pasado había cumplido idéntica misión y por aquel entonces Doña Angela Tanzi (siendo muy niña) con su madre Luisa Riboldi y su padrastro Don Benigno Revella, ocupaban la casa ya mencionada, siendo ellos los encargados de la atención del cobro del peaje.

Más tarde, se instala en pacheco la vinería de la familia Innocenzi, en la esquina de la Ruta 197 y Santiago del Estero.

En diagonal Paz y Salta tuvo su almacén la familia Nan, fue luego propiedad de los Arricau, emparentados con los Nan. Este almacén de ramos generales fue bastante importante en la década del 40. En el mismo brindaba sus servicios de peluquería Don Antonio Pesce.

El matadero de Don Bartolo Fava estaba ubicado en la calle Santiago del Estero a media cuadra de la Plaza; en lo que queda de aquel edificio, hay instalada una “achurreria”.

Sobre Ruta 9 y Diagonal Paz – en el lugar conocido como “El Ombú”, don Enrique Destinatto tenía su almacén y restaurante.

Poseía además un corral para animales y en el mismo se procedía al faenamiento de los mismos.

Juan – hermano de Doña Erundina – compra el restaurante “El Tropezón”, frente a Aeroposta, cambiando su nombre por el de “La Aviación”. Entre los años 1940 y 1941 fundo otro: “El Caballito Blanco”, que alcanzará posteriormente gran renombre.

Don Juan Buffarul fue elegido en dos oportunidades concejal por el partido Radical. Estaba casado con Doña Maria Marconi. El matrimonio tuvo un hijo, al que bautizaron con el nombre de Ariel, quien fue, con el correr de los años, propietario de la conocida casa de fotografía “Ariel”, primera de ese ramo en el pueblo; estaba ubicada en Ruta 197 casi esquina Saavedra.

Fallece Don Juan en el año 1979.

Don Miguel Larroca era el administrador y apoderado de don José Agustín Pacheco y Anchorena, con él había realizado varios viajes, algunos a Europa, ya que era considerado hombre de su entera confianza. También la capilla era administrada por Don Miguel, y lo fue hasta su entrega a la Curia.

El Capellán, por aquellos años era el Presbítero Güida, quien dictaba clases en la escuela contigua a la Capilla (hoy casa parroquial).

Recuerda la Sra. Emilia Escalona, que concurría de oyente a esas clases, “que en una oportunidad el Sr. Cra la amenazó con una vara de caña” y ella no quiso volver al colegio.

Cuenta Doña Erundina, que al morir José Agustín, en el año 1921, a causa de una infección en la cara, sus restos fueron velados en el castillo y luego su féretro traído en hombros del personal hasta la cripta de la iglesia, donde aún reposan.

Erundina y Miguel contraen enlace en el año 1927 y viven sus primeros tiempos en casa de Don Ramón, hasta que pueden comprar un tambo, este estaba ubicado en Talar – frente a Aeroposta – sobre calle Marcos Sastre, detrás de lo que hoy es Armetal. Allí se instalan, dedicándose a la explotación tambera; traían en carro su producción de leche para comercializarla, hasta la Estación Pacheco.

Un hermano de Don Miguel de nombre José fue cochero de la familia Pacheco y estaba casado con Doña Elena Loguerchio.

Al retirarse Don Miguel da su cargo en la estancia, la misma fue administrada por Don César Vela.

Cada quince días, un médico atendía a los vecinos en Aeroposta, o bien los mismos debían recurrir, para su atención, a algún profesional que prestara sus servicios en la vecina localidad de San Fernando.

La Aeroposta tenía su propio servicio de tranvías (eran dos vagones). Las vías corrían sobre la banquina de la ruta, y eran tirados por un caballo que montaba un tal Matabos.

Cumplía el servicio llevando al personal, desde la estación de ferrocarril El Talar hasta la estación Aérea.

Del matrimonio de Erundina y Miguel nacen dos hijas: Maria Eshter y Dora Alba.

Alrededor el año 1936 compran gran parte de la manzana ubicada sobre ruta 197, en la esquina con Artigas, frente a las vías del F.C. y hacen edificar la propiedad que todavía se conserva. Allí se aloja la familia e instalan un negocio de almacén y despacho de bebidas.


Foto: Almacen de ramos generales.
Archivo Fotográfico de General Pacheco. AFGP_00000746. Alejandra Deppe. Colección Alejandra Deppe. Junio 1991.

En su puerta, sobre la esquina, destacaba su hermosa figura un frondosísimo ombú, a su sombra, los parroquianos dejaban sus caballos luciendo, algunos, sus trabajados recados, engalanados a veces con algún pequeño adorno de plata.

Este árbol fue derribado con motivo de la construcción del nuevo puente y hoy, habrá quienes como yo, lo recuerden con cierta nostalgia. En el año 1940 fallece Don Miguel Larroca y cuatro años más tarde Erundina vuelve a contraer nupcias, con don Alfredo Elías quien continuó atendiendo el negocio por muchos años. El mismo subsiste hoy, pero ya es atendido por los nietos de Erundina. Así termino la amena charla de aquella tardecita fría de primavera.

Cuando salí de la vieja casona, mire hacia arriba, hacia aquella mole de cemento, el nuevo puente – símbolo de progreso – y vino a mi memora aquel poema de Francisco L. Bernardez que termina diciendo: “Porque después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado”.

Y así lo vi: arriba “el árbol” y a sus pies, en sus raíces, la vieja casa dandole su savia, nutriéndolo con sus visiones del pasado, con los dolores, con las alegrías y con los secretos de quienes han transitado larga y serenamente por la vida.

Las sólidas paredes de esa casa nos cuentan cosas de los días de antaño, no dejemos de escucharlas y atesorarlas, ya que imaginar un futura sin reconocer el valor de nuestro pasado, es como marchar huérfanos de las claves de nuestra filiación.

*Historiadora de General Pacheco. Autora de articulos sobre el origen, historia y genealogía de la familia Pacheco, en diversos medios periodísticos "Fomento" de General Pacheco y "La Voz del Tigre", la revista "Zona Norte", entre otros. Autora de libros "Antonio Amendola de Tebaldi", "La Capilla de la Estancia El Talar de General Pacheco" y "Capillas isleñas olvidadas y antiguas casonas del viejo Tigre".